El último ''major'' del curso se le resiste al número dos del circuito. Por segundo año consecutivo se quedó a orillas de la final. En el 2007 frenado por el escocés Andy Murray. En esta, por el argentino Juan Martín del Potro. En ambas ocasiones, víctima del empuje apresurado de dos raquetas con una notable reputación ya en el circuito.
El juego de Nadal se quedó corto ante el empuje del sudamericano, que ya es consciente del potencial que aglutina y está definitivamente convencido de sus posibilidades. Ha madurado. Su mentalidad es sólida.
Del Potro tiene entre ceja y ceja el Abierto de Estados Unidos. No le tembló el pulso desde el inicio del juego. Y siempre que tuvo contratiempos tiró de su gran recurso. El saque. Cada vez que Nadal amenazó su servicio, el tenista de Tandil contrarrestaba con un golpe incontestable.
El tercer sudamericano en alcanzar una final en Flushing Meadows, tras el peruano Alex Olmedo, que perdió la de 1959 ante el australiano Neale Fraser y el también argentino Guillermo Vilas en 1977, el único que logró el torneo tras batir a Jimmy Connors, obtuvo rentabilidad completa del saque, que nunca perdió. Cuando le entró el primero, obtuvo el 85 por ciento de los puntos. Cuando tuvo que jugar con el segundo, el 78.
Nadal, que ha afrontado condicionado por su problema abdominal su recorrido por el torneo, no encontró la fórmula de tutear al sudamericano. Nunca tuvo el dominio del juego. Para mover de lado a lado a un adversario enorme, capaz de alcanzar con soluciones, cada una de las alternativas que le proponía el balear.
Siempre conservó el saque Juan Martín del Potro. Mientras Nadal sufría cada vez que ponía en escena el suyo. En el primer parcial, el argentino firmó dos roturas. Lo ganó al resto. Igual que el segundo. Nadal tuvo opciones de ''break'' con cuentagotas. Pero la raqueta de Tandil siempre salía airoso con dos mazazos.
Falta de ritmo
El jugador español, que no obstante habrá recuperado el número dos del mundo al término del torneo, adolece aún de puesta a punto. Los setenta días alejado de la competición por culpa de la tendinitis en sus rodillas han devuelto a Nadal a la competición con un rodaje escaso. Y en la superficie en la que se desenvuelve con más dificultad. La pista dura. Su participación en Cincinnati y Montreal fue una advertencia. Allí ya brotó la dolencia abdominal. La que le ha mediatizado en Flushing Meadows, su Grand Slam hasta ahora maldito.
"Del Potro ha estado increíble. Es difícil jugar en estas condiciones, con el abdominal como estaba. Ante la exigencia de un torneo como este. Pero en cualquier caso, hay que felicitar a Del Potro", reconoció el español al finalizar el partido.
Del Potro, sin embargo, que redondeó el triunfo con un inicio apabullante en el tercer set (3-0), se maneja a su antojo en cemento. El tercer argentino en alcanzar una semifinal del Abierto de Estados Unidos, tras Nalbandián en el 2003 y Guillermo Vilas en 1975 y 1977, a cuya herencia aspira, se ha arrimado definitivamente al cuarteto, hasta ahora inaccesible, del circuito.
Contra uno de sus miembros, el suizo Roger Federer o el serbio Novak Djokovic, se verá la cara en la final del lunes. Para recuperar, a sus veinte años, la estela de Vilas y convertirse en el segundo sudamericano en la historia del torneo en triunfar en Flushing Meadows.
El juego de Nadal se quedó corto ante el empuje del sudamericano, que ya es consciente del potencial que aglutina y está definitivamente convencido de sus posibilidades. Ha madurado. Su mentalidad es sólida.
Del Potro tiene entre ceja y ceja el Abierto de Estados Unidos. No le tembló el pulso desde el inicio del juego. Y siempre que tuvo contratiempos tiró de su gran recurso. El saque. Cada vez que Nadal amenazó su servicio, el tenista de Tandil contrarrestaba con un golpe incontestable.
El tercer sudamericano en alcanzar una final en Flushing Meadows, tras el peruano Alex Olmedo, que perdió la de 1959 ante el australiano Neale Fraser y el también argentino Guillermo Vilas en 1977, el único que logró el torneo tras batir a Jimmy Connors, obtuvo rentabilidad completa del saque, que nunca perdió. Cuando le entró el primero, obtuvo el 85 por ciento de los puntos. Cuando tuvo que jugar con el segundo, el 78.
Nadal, que ha afrontado condicionado por su problema abdominal su recorrido por el torneo, no encontró la fórmula de tutear al sudamericano. Nunca tuvo el dominio del juego. Para mover de lado a lado a un adversario enorme, capaz de alcanzar con soluciones, cada una de las alternativas que le proponía el balear.
Siempre conservó el saque Juan Martín del Potro. Mientras Nadal sufría cada vez que ponía en escena el suyo. En el primer parcial, el argentino firmó dos roturas. Lo ganó al resto. Igual que el segundo. Nadal tuvo opciones de ''break'' con cuentagotas. Pero la raqueta de Tandil siempre salía airoso con dos mazazos.
Falta de ritmo
El jugador español, que no obstante habrá recuperado el número dos del mundo al término del torneo, adolece aún de puesta a punto. Los setenta días alejado de la competición por culpa de la tendinitis en sus rodillas han devuelto a Nadal a la competición con un rodaje escaso. Y en la superficie en la que se desenvuelve con más dificultad. La pista dura. Su participación en Cincinnati y Montreal fue una advertencia. Allí ya brotó la dolencia abdominal. La que le ha mediatizado en Flushing Meadows, su Grand Slam hasta ahora maldito.
"Del Potro ha estado increíble. Es difícil jugar en estas condiciones, con el abdominal como estaba. Ante la exigencia de un torneo como este. Pero en cualquier caso, hay que felicitar a Del Potro", reconoció el español al finalizar el partido.
Del Potro, sin embargo, que redondeó el triunfo con un inicio apabullante en el tercer set (3-0), se maneja a su antojo en cemento. El tercer argentino en alcanzar una semifinal del Abierto de Estados Unidos, tras Nalbandián en el 2003 y Guillermo Vilas en 1975 y 1977, a cuya herencia aspira, se ha arrimado definitivamente al cuarteto, hasta ahora inaccesible, del circuito.
Contra uno de sus miembros, el suizo Roger Federer o el serbio Novak Djokovic, se verá la cara en la final del lunes. Para recuperar, a sus veinte años, la estela de Vilas y convertirse en el segundo sudamericano en la historia del torneo en triunfar en Flushing Meadows.