Otra vez fue Andrés Lamas, un central uruguayo que hace poco no valía ni para llevar peto de suplente en el banquillo y que, de un tiempo a esta parte, es la sensación de la Unión Deportiva. Debutó tres semanas atrás con dos goles al Albacete. Y anoche amplió su cuenta de manera providencial para su equipo. Acababa de igualar Rubén la diana de Guayre y el Rayo amenazaba crecida. A saque de una falta lejana, Lamas encaró el área mascando la suya. Y llegó por un error criminal de Cobeño, impecable en toda la función, con paradas de videoteca, hasta que se permitió una salida impropia que abarató el desenlace. Lamas metió la cabeza y estableció un 2-1 que ajusticiaba a un Rayo entero, pero sin instinto.
Llegaba Las Palmas al cruce llena de urgencias y hasta Kresic se atrevió a guardar su manual conservador como muestra de las trascendencias reconocidas. Alineó de inicio a Guayre (novedad inesperada) y centró a Diego León como maniobras sintomáticas del empuje que perseguía. Eso no le bastó para gobernar el partido, pero sí en el intento de achicar al adversario cada vez que las camisetas amarillas pisaban zona de influencia con la pelota controlada. Hasta el descanso, todo se movió en intimidaciones. Susaeta empeñó sus pulmones en carreras vertiginosas y Piti encontró el poste en un zapatazo fabuloso. En el bando local, Guayre, entonado y dinámico, topó con un Cobeño inmenso en un mano a mano que la grada vio ya en la red. Pasó el intermedio y entonces sí que el olor a metralla trajo los goles. Abrió Guayre el intercambio de golpes con polémica (Francis, en la acción previa, controló el balón con la mano). Luego Rubén cumplió con su tradición de enchufarle algún gol al conjunto que le vio nacer. Sin tiempo para que Mel degustara el empate, apareció Lamas. Y eso, en Las Palmas, es sinónimo de alegría. Ayer lo supo el Rayo Vallecano.
Llegaba Las Palmas al cruce llena de urgencias y hasta Kresic se atrevió a guardar su manual conservador como muestra de las trascendencias reconocidas. Alineó de inicio a Guayre (novedad inesperada) y centró a Diego León como maniobras sintomáticas del empuje que perseguía. Eso no le bastó para gobernar el partido, pero sí en el intento de achicar al adversario cada vez que las camisetas amarillas pisaban zona de influencia con la pelota controlada. Hasta el descanso, todo se movió en intimidaciones. Susaeta empeñó sus pulmones en carreras vertiginosas y Piti encontró el poste en un zapatazo fabuloso. En el bando local, Guayre, entonado y dinámico, topó con un Cobeño inmenso en un mano a mano que la grada vio ya en la red. Pasó el intermedio y entonces sí que el olor a metralla trajo los goles. Abrió Guayre el intercambio de golpes con polémica (Francis, en la acción previa, controló el balón con la mano). Luego Rubén cumplió con su tradición de enchufarle algún gol al conjunto que le vio nacer. Sin tiempo para que Mel degustara el empate, apareció Lamas. Y eso, en Las Palmas, es sinónimo de alegría. Ayer lo supo el Rayo Vallecano.